Los gritos ya no sonaron más y se hicieron sordos y mudos para mis ojos. No fue necesario tapar mis oídos. Ya se habían ido. Todo fue gris. Caminé, caminé y recogí algunos recuerdos que encontraba valorables y bonitos y me los eché en la cartera. Lo demás no servía ya, ni mucho menos importaban ya los futuros momentos que me iban a suceder; pues desde ese día sólo andaría sin rumbo y con la mente media en blanco.
Tome mi bicicleta y me puse andar, lo de atrás no servía; iba a encontrarme por primera vez conmigo misma.
Tome mi bicicleta y me puse andar, lo de atrás no servía; iba a encontrarme por primera vez conmigo misma.
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