
A veces extraño a ese loco que pasaba lejos, rascándose la cabeza no por piojos, si no que intentando agarrar las ideas que se arrancaban entre sus rulos desordenados.
Oh, y a esa niña que disfrutaba del silencio y de la lentitud de las horas sin preocuparse de nada.
Tenía espacio blanco, sin usar y me encantaba solo sentarme y mirar el techo. Ahora me comió esa edad donde de todo te quejas y todo te molesta. ¿Dónde quedó lo que había, con tanto esfuerzo, adquirido en 3 o 4 años? ¿Seré siempre así? ¿Será que crecer implica ponerse imbécil y perder los estribos?
Me llega el viento desde la ventana. Quizás el mismo que me llegaba hace un año y el típico olor a cosas nuevas flotando. No sé que especial había ese verano, pero les juro que nunca más volveré a experimentar semejantes sensaciones en mi vida. Ahora sólo de vez en cuando siento esa emoción que me llenaba. No cambia lo que siento, sólo he cambiado yo. Y no me gusta, no me gusta para nada.
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